Vaca Negra
«Pruebe una Vaca Negra de verdad: ¡es maravillosa!»
(eslogan de los años 50 para la cerveza de raíz Hires)
La capacidad de designar Días Nacionales de la Alimentación es una de las ventajas más inusuales que tiene el Presidente de los Estados Unidos. Puede parecer un uso frívolo del cargo, pero uno sólo puede imaginar los esfuerzos de los grupos de presión diseñados para promover cualquier producto alimenticio. Por ejemplo, ¿no le resulta extrañamente reconfortante pensar que el poderoso lobby de los flotadores de cerveza de raíz ha estado trabajando duro en el Ala Oeste, cortejando los pasillos del poder con refrescos helados, sólo para asegurar que haya un Día Nacional de la Vaca Negra? (Por cierto, este año cae el 10 de junio.)
Aunque en realidad, el primer día de la vaca negra parece haber ocurrido el 19 de agosto de 1893. Es entonces cuando se rumorea que la idea de combinar cerveza de raíz y helado en un brebaje espumoso se le ocurrió a Frank Wisner, propietario de una fuente de soda así como de una empresa minera en Cripple Creek, CO. Aunque las fuentes de soda proliferaban en este momento de la evolución culinaria de nuestro país, los refrescos de crema helada aún no contenían helado. En su lugar, se elaboraban comúnmente con jarabes combinados con nata y agua de soda fría o con nata mezclada con jarabe aromatizado.
Según cuenta la historia, en aquella noche de luna, Wisner estaba contemplando la oscura Cow Mountain cuando su pico nevado le inspiró a poner una bola de helado de vainilla sobre su cerveza de raíz Myers Avenue Red. Efectivamente, cambió la cerveza de raíz por el refresco de cola, y el helado por la nata, y llamó a la dulce creación «Black Cow Mountain». Resultó ser inmensamente popular, no sólo entre los niños del pueblo, sino también entre sus madres y los mineros que uno podría esperar encontrar en otro lugar, por ejemplo, en una taberna o algo peor. Los clientes habituales acortaron el título a «Vaca Negra» y, desde entonces, el término se ha utilizado indistintamente para describir los flotadores de cerveza de raíz con y sin una dosis de salsa de chocolate. Considere la posibilidad de probarlo de ambas maneras antes de emitir un juicio.
De cualquier manera, la pecaminosidad espumosa del flotador, con el helado derritiéndose lentamente en la bondad carbonatada, ha seducido a muchos más paladares que los que caminan por las polvorientas calles de Cripple Creek. O, para el caso, los sagrados salones de la Casa Blanca. -Gary Allen-Elsa Petersen-Schepelern