La tumba de Adán

Sep 6, 2021
admin

1869 ILUSTRACIÓN

La tumba de Adán

Pero la característica del lugar es una corta columna que se eleva desde el centro del pavimento de mármol de la capilla, y marca el centro exacto de la tierra. Las tradiciones más fidedignas nos dicen que se sabía que éste era el centro de la tierra, hace mucho tiempo, y que cuando Cristo estuvo en la tierra, puso fin a todas las dudas sobre el tema para siempre, declarando con sus propios labios que la tradición era correcta. Recuerde, Él dijo que esa columna en particular estaba en el centro del mundo. Si el centro del mundo cambia, la columna cambia su posición en consecuencia. Esta columna se ha movido tres veces diferentes por su propia voluntad. Esto se debe a que, en grandes convulsiones de la naturaleza, en tres momentos diferentes, masas de la tierra – cadenas enteras de montañas, probablemente – han volado hacia el espacio, disminuyendo así el diámetro de la tierra, y cambiando la ubicación exacta de su centro en un punto o dos. Esta es una circunstancia muy curiosa e interesante, y es una reprimenda fulminante para aquellos filósofos que quieren hacernos creer que no es posible que ninguna porción de la tierra vuele al espacio.

Para asegurarse de que este punto era realmente el centro de la tierra, un escéptico pagó una vez el privilegio de subir a la cúpula de la iglesia para ver si el sol le daba una sombra al mediodía. Bajó perfectamente convencido. El día estaba muy nublado y el sol no arrojaba ninguna sombra; pero el hombre estaba satisfecho de que si el sol había salido y hecho sombras no podía haber hecho ninguna para él. Pruebas como éstas no deben ser dejadas de lado por las lenguas ociosas de los caviladores. Para aquellos que no son intolerantes, y están dispuestos a ser convencidos, llevan una convicción que nada puede sacudir.

Si se necesitan pruebas aún mayores que las que he mencionado, para satisfacer a los testarudos y a los tontos de que este es el genuino centro de la tierra, están aquí. La mayor de ellas reside en el hecho de que de debajo de esta misma columna se tomó el polvo del que fue hecho Adán. Esto se puede considerar sin duda a la luz de un colono. No es probable que el primer hombre original haya sido hecho de una calidad inferior de tierra cuando era totalmente conveniente obtener la primera calidad del centro del mundo. Esto llamará la atención de cualquier mente reflexiva. Que Adán fue formado de tierra obtenida en este mismo lugar queda ampliamente demostrado por el hecho de que en seis mil años ningún hombre ha podido probar que la tierra de la que fue hecho no fue obtenida aquí.

Es una circunstancia singular que justo bajo el techo de esta misma gran iglesia, y no muy lejos de esa ilustre columna, yace enterrado el propio Adán, el padre de la raza humana. No hay duda de que está realmente enterrado en la tumba que se señala como suya –no puede haber ninguna– porque nunca se ha demostrado que esa tumba no sea la tumba en la que está enterrado.

¡La tumba de Adán! Qué conmovedor fue, aquí en una tierra de extraños, lejos de casa, y de los amigos, y de todos los que se preocupaban por mí, descubrir así la tumba de un pariente de sangre. Cierto, uno lejano, pero aún así un pariente. El instinto infalible de la naturaleza me hizo reconocerlo. La fuente de mi aflfección filial se agitó hasta sus más profundas entrañas, y di paso a una tumultuosa emoción. Me apoyé en una columna y rompí a llorar. No considero vergonzoso haber llorado sobre la tumba de mi pobre pariente muerto. Que el que quiera burlarse de mi emoción cierre aquí este volumen, pues poco encontrará de su gusto en mis viajes por Tierra Santa. Noble anciano… no vivió para verme… no vivió para ver a su hijo. Y yo… yo… por desgracia, no viví para verlo. Agobiado por el dolor y la decepción, murió antes de que yo naciera, seis mil breves veranos antes de que yo naciera. Pero tratemos de soportarlo con entereza. Confiemos en que está mejor donde está. Consolémonos pensando que su pérdida es nuestra ganancia eterna.

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