La integración vertical en los negocios americanos es una versión de regla absoluta. El empresario Andrew Carnegie utilizó esta práctica con la industria del acero en el siglo XIX. Carnegie operaba todo lo que tenía que ver con la producción de acero. Desde la minería hasta la fabricación y la distribución, Carnegie controlaba todos los aspectos. La integración vertical, específicamente en esa época, ayudó a hacer crecer el negocio. Carnegie Steel se convirtió en el mayor negocio de su tiempo, y Carnegie en el hombre más rico. La integración vertical permitió que se hiciera un trabajo eficiente, y que se sacara un buen producto. Con todos los pasos para hacer este producto esencialmente bajo una mano, es más probable que el producto mantenga el valor y sea lo que la idea original del producto. También existe la seguridad de que el trabajo del producto se llevará a cabo hasta el final, ya que todos los pasos operan bajo una sola empresa. Los escollos de la integración vertical son que puede eliminar a otros proveedores, que ahora no podrán vender su producto. También puede dejar fuera a otras empresas que pueden tener que pasar por otros pasos y otras personas para conseguir su producto.

La integración horizontal es la práctica empresarial del siglo XIX que se conoce como «monopolizar». En esta práctica, una empresa opera completamente una parte de la industria. El principal ejemplo del siglo XIX es la industria petrolera de John D. Rockefeller. Rockefeller compró muchas empresas e hizo que otras quebraran. Al hacer esto, se aseguró de ser el único que quedaba vendiendo petróleo. El resultado de hacer algo así puede significar precios más altos para los consumidores, ya que la empresa que tiene el control puede fijar el precio a su antojo. La integración horizontal también da a un solo hombre demasiado control, lo que también puede afectar a la economía. Aunque la integración horizontal puede ser beneficiosa para el hombre/empresa que tiene el control, en general la práctica no resulta en un mundo económico/empresarial saludable.

Candice Lucian