Fractura semilunar-dislocación de la articulación sacroilíaca
Las fracturas por compresión lateral comprenden hasta el 80% de todas las lesiones del anillo pélvico.1-4 De este grupo, las fracturas semilunares forman un subconjunto menos común,1-4 aunque la proporción exacta es difícil de determinar a partir de la literatura. La Unidad de Reconstrucción Pélvica y Acetabular del St George’s Healthcare NHS Trust proporciona un servicio de referencia terciario. Una revisión de nuestra base de datos identificó 37 lesiones del anillo pélvico de tipo compresión lateral en una serie consecutiva de 118 fracturas. Un total de 14 pueden clasificarse como fracturas en media luna según la definición de Borrelli et al.1,2 Por lo tanto, las fracturas en media luna no son infrecuentes y se producen en aproximadamente el 12% de las fracturas del anillo pélvico admitidas en una unidad especializada. Se trata, de hecho, de fracturas-dislocaciones de la articulación sacroilíaca en las que existe una disrupción variable del complejo ligamentario sacroilíaco, que se extiende proximalmente como una fractura de la cresta ilíaca posterior. Un segmento en forma de media luna del ala ilíaca permanece unido al sacro por la parte intacta del complejo ligamentario posterior.1,4 La radiografía anteroposterior (AP) (Fig. 1) muestra la topografía de una típica fractura en media luna. La lesión del anillo pélvico posterior suele ir acompañada de fracturas de las ramas del pubis o de una diástasis sinfisaria. En la Figura 2 se muestra un reformateo tridimensional (3D) de los datos de la TC espiral de una fractura en media luna.
Las fracturas en media luna no suelen estar asociadas a lesiones vasculares pélvicas que pongan en peligro la vida y, por lo general, no se requiere la aplicación urgente de un dispositivo de fijación externa de la pelvis en compresión.1-3,5,6 Sin embargo, las lesiones urogenitales y vasculares pueden complicar cualquier fractura o dislocación del anillo pélvico y no deben pasarse por alto. El valor de la TC con contraste está establecido y facilita la selección de los pacientes que pueden beneficiarse de las técnicas de angiografía y embolización arterial.7
Se recomienda la intervención quirúrgica para la reducción anatómica y la fijación estable de una fractura-dislocación del anillo pélvico. La restauración de la anatomía normal debería reducir la incidencia de malunión, artritis postraumática de la articulación sacroilíaca, inestabilidad dolorosa del ciclo de la marcha en la fase de apoyo y oblicuidad en la sedestación.5,6,8 A pesar de una reducción y estabilización satisfactorias, algunos pacientes pueden experimentar dolor y disfunción persistentes, lo que se observa habitualmente en las lesiones de alta energía.9
Se han descrito varias técnicas quirúrgicas.1,2,5,9-16 Hasta donde saben los autores, sólo hay dos artículos publicados que abordan específicamente el tratamiento de esta fractura. Borrelli et al1,2 describen una fractura-dislocación que afecta aproximadamente al 50% de la articulación sacroilíaca, y abogan por el restablecimiento de un anillo pélvico estable mediante un abordaje subglúteo posterior complementado con una técnica de tornillos y placas. Este enfoque es totalmente apropiado para el tipo de fractura-dislocación descrita.1,2
Existen varios subtipos que pueden describirse razonablemente como fracturas en media luna. Comparten un mecanismo de lesión común y la morfología de la fractura es similar. En general, se recomienda el tratamiento quirúrgico, pero, significativamente, el enfoque operativo y la técnica difieren sustancialmente para cada subtipo. Proponemos tres categorías distintas según el grado de afectación de la articulación sacroilíaca, y la clasificación incluye el tipo de fractura descrito por Borrelli et al.1,2
Clasificación de las fracturas de la media luna.
Las imágenes deben incluir radiografías simples que incluyan vistas AP, de entrada y de salida. Además, los conjuntos de datos de TC en espiral deben reformatearse en el plano axial con las líneas de la cuadrícula de exploración orientadas en paralelo a la placa terminal superior de S1. Cuando se dispone del software adecuado, el reformateo en 3D es especialmente útil en la evaluación radiológica de estas lesiones y debe orientarse en proyecciones similares a las de la serie de radiografías simples.
Hemos identificado tres grupos de fractura en media luna según el grado de afectación de la articulación sacroilíaca (Fig. 3).
Las fracturas de tipo I afectan a menos de un tercio de la articulación y entran en ella por la parte inferior. Se observa un gran fragmento semilunar y la línea de fractura entra en la articulación cerca del foramen de la raíz nerviosa S2 anterior, una característica que se aprecia mejor a partir de conjuntos de datos de TC en 3D y de la vista de salida de la pelvis. Este tipo de fractura puede abordarse quirúrgicamente mediante un enfoque ilioinguinal. La ventana lateral suele ofrecer una exposición suficiente y facilita una técnica de colocación de placas anteriores, con visualización directa tanto de la fractura como de la articulación sacroilíaca.
Las fracturas de tipo II afectan a entre un tercio y dos tercios de la articulación. El fragmento de la media luna es de tamaño moderado y la línea de fractura entra en la articulación entre los agujeros anteriores S1 y S2. Se trata, en efecto, del tipo de fractura descrito por Borrelli et al,1,2 y puede abordarse quirúrgicamente mediante un enfoque posterior que facilita la colocación de tornillos interfragmentarios y placas suplementarias.
Borrelli et al1,2 comentan que estas lesiones por compresión lateral pueden asociarse a lesiones importantes de los tejidos blandos, como la lesión de Morel-Lavallee17.
Las fracturas de tipo III afectan a más de dos tercios de la articulación y se asocian a un pequeño fragmento semilunar superior. La línea de fractura entra en la articulación posterior y superior al foramen anterior de la raíz nerviosa S1. Por tanto, este tipo de fractura puede abordarse quirúrgicamente mediante una técnica de reducción cerrada o percutánea, complementada con la colocación de tornillos iliosacros percutáneos. La técnica sólo debe ser llevada a cabo por profesionales debidamente formados, y en el caso de una presentación tardía, la reducción cerrada puede no ser posible. En estas circunstancias, se puede argumentar que la ventana lateral de un abordaje ilioinguinal ofrece la mejor oportunidad de una reducción precisa con una fijación estable de la placa anterior.
La línea principal de la fractura es oblicua y, por lo tanto, su orientación variará según el ángulo del pórtico virtual y el nivel del corte axial de la TC. El propio canal de la raíz nerviosa S1 es oblicuo respecto a los planos coronal y sagital, por lo que su aspecto también variará según criterios similares. El tipo de fractura viene determinado no tanto por el plano preciso en el que la fractura entra en la articulación sacroilíaca a un nivel axial cuidadosamente definido, sino más bien por su morfología general y la forma en que ésta influye en la elección del abordaje quirúrgico. En la figura 3 se muestran ejemplos de los tres tipos de fractura, derivados de reformados axiales que demuestran el plano coronal en el que la fractura entra en la articulación sacroilíaca y su relación tanto con el canal de la raíz del nervio S1 como con el receso alar del sacro. Debe tenerse en cuenta que el plano coronal en el que la fractura entra en la articulación puede diferir del plano de fractura si la fractura es oblicua a la articulación, lo que suele ser el caso.
Pacientes y métodos
Nuestro sistema de clasificación se aplicó a una serie consecutiva de 16 pacientes con fracturas semilunares ingresados en el St George’s Healthcare NHS Trust entre 1999 y 2001. Un caso fue tratado inicialmente por medios no operativos y se presentó de forma tardía. Los demás casos fueron trasladados en las tres semanas siguientes a la lesión. La edad media del grupo de pacientes era de 25 años (16 a 63). Había ocho hombres y ocho mujeres. Cinco pacientes sufrieron múltiples lesiones musculoesqueléticas, y de ellos, dos sufrieron fracturas asociadas del acetábulo.
En dos casos se habían aplicado fijadores externos de la pelvis en el hospital de referencia. El mecanismo de la lesión se registró como compresión lateral en todos los casos, y no hubo evidencia de compromiso hemodinámico significativo. Todos los pacientes fueron evaluados aproximadamente dos años después de la lesión índice.
Evaluación radiológica.
Las fracturas se evaluaron mediante radiografías simples anteroposteriores, de entrada y salida de la pelvis. Para los casos asociados a una fractura del acetábulo, se obtuvieron vistas oblicuas de 45° según lo descrito por Judet.18 La extensión de cada línea de fractura principal se evaluó mediante TC espiral; se reformatearon cortes contiguos de 3 mm en un plano axial, paralelos a la placa terminal superior de S1, según se determinó a partir de la proyección lateral de exploración. Se realizaron reformateos adicionales en 3D en casos seleccionados para aclarar la morfología de la fractura.
Evaluación postoperatoria.
Los pacientes fueron revisados tanto clínica como radiológicamente. Los criterios radiológicos, evaluados mediante proyecciones planas AP, de entrada y de salida, incluían la calidad de la reducción de la fractura y la evidencia de unión.
Se obtuvieron escáneres de TC si había alguna duda sobre la unión de la fractura. El resultado clínico se evaluó mediante el formulario corto (SF)3619 validado y los instrumentos de evaluación funcional musculoesquelética.20 Se administraron entre 12 y 18 meses después de la cirugía, momento en el que se esperaba que los pacientes tuvieran una movilidad independiente y se anticipaba la consolidación de la fractura. Se obtuvo la aprobación ética para el estudio. Los datos se hicieron anónimos.
Resultados
Fracturas de tipo I.
Identificamos cuatro fracturas en media luna de tipo I (Fig. 4). Además de la fractura en media luna, un paciente sufrió fracturas de las cuatro extremidades, una fractura ipsilateral del acetábulo que afectaba a ambas columnas, una fractura de la rama púbica ipsilateral y una extensa lesión posterior de Morel-Lavallee. Uno de los pacientes sufrió una fractura de la rama púbica ipsilateral y los dos restantes tenían una diástasis sinfisaria.
La figura 4a ilustra una fractura de tipo I. Un gran fragmento semilunar permanece congruente con la articulación sacroilíaca y la porción superior del complejo ligamentario está intacta. La TC axial (Fig. 4b) demuestra una fractura de la cresta ilíaca que entra en la articulación sacroilíaca bien dentro del tercio anterior, y se observa la dislocación sacroilíaca asociada. Es posible que se haya lesionado la parte inferior del complejo ligamentario sacroilíaco, pero las fracturas de tipo I son las que menos lesiones ligamentosas causan de los tres subtipos. Se aplicó tracción en flexión y se abordó la fractura a través de la ventana lateral de un abordaje ilioinguinal, controlando la rotación con un clavo de Schanz, que se colocó en la espina ilíaca anteroinferior mediante una técnica percutánea.
La fractura unida y la fijación in situ se ilustran en la figura 4c. Se recomienda el uso de dos placas, ya que se requiere estabilidad en 6 grados de libertad. En un caso, el abordaje ilioinguinal se amplió para tratar una fractura acetabular, y en otro caso se seleccionó un abordaje posterior para evitar los lugares infectados de la vía del clavo tras la retirada de un dispositivo de fijación externa.
En esta última situación, la disección requerida fue más extensa que la típica de la clásica fractura-dislocación en media luna descrita por Borrelli et al.1,2 Es por esta razón que se prefiere la ventana lateral de un abordaje ilioinguinal cuando las circunstancias clínicas lo permiten. En resumen, tres casos fueron tratados a través de la ventana lateral de un abordaje ilioinguinal. En el primer caso se amplió para facilitar el acceso a una fractura del acetábulo ipsilateral, y simultáneamente se abordó una fractura de la rama púbica ipsilateral. En un segundo caso se aplicó un dispositivo de fijación externa AO (Synthes, Stratec Medical, Oberdorf, Suiza), asociado a fracturas de las cuatro ramas del pubis. Se seleccionó la configuración «Delta» en modo de distracción. Esta técnica facilita la reducción de las fracturas bilaterales de la rama del pubis, sufridas como resultado del mecanismo de rotación interna, y se basa en la presencia de una bisagra perióstica intacta. Proporciona una estabilidad razonable sin tener que recurrir a un amplio abordaje anterior. El tercer caso estaba asociado a una diástasis sinfisaria que se estabilizó mediante una placa de reconstrucción de fragmentos grandes AO (Synthes) de cuatro orificios, utilizando una incisión Pfannenstiel independiente. En el caso restante se optó por un abordaje posterior para evitar que se infectaran los puntos de fijación externa. En los cuatro casos se consiguió una unión sólida.
Fracturas de tipo II.
De las cuatro fracturas de media luna de tipo II de esta serie, tres eran fracturas pélvicas aisladas y todas tenían fracturas de rama púbica (Fig. 5). El cuarto paciente sufrió lesiones múltiples y la fractura en media luna estaba asociada a una fractura transversal del acetábulo ipsilateral. La figura 5a muestra una fractura típica de tipo II. El reformateo axial de la TC (Fig. 5b) demuestra una línea de fractura que entra en el tercio medio de la articulación sacroilíaca. La lesión del complejo del ligamento sacroilíaco posterior es más extensa en este caso, y el fragmento semilunar es de tamaño intermedio.
La línea de fractura, que se aprecia mejor en la TC axial, discurre en un plano relativamente oblicuo. Se seleccionó un abordaje posterior, tal y como describen Borrelli et al.1,2 Se consideró que un tornillo interfragmentario podría dar lugar a un cizallamiento en lugar de una compresión de la fractura, por lo que las dos placas de cinta ACE (DePuy Orthopaedics, Warsaw, Indiana) incorporan tornillos interfragmentarios, colocados ortogonalmente a la línea de fractura (Fig. 5c). Otro caso (Fig. 5d) ilustra la técnica clásica, en la que ha sido posible colocar tornillos interfragmentarios a través de una línea de fractura ortogonal con la adición de dos placas de reconstrucción contorneadas (Synthes). Una vez más, se seleccionó el enfoque posterior, que resultó satisfactorio. En un caso, la fijación posterior se complementó con un dispositivo de fijación externa, aplicado en «modo de distracción» como se ha descrito anteriormente. Si las fracturas de la rama púbica están bien alineadas, los tornillos de la columna anterior retrógrados pueden considerarse una alternativa menos engorrosa. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no siempre se puede conseguir una alineación satisfactoria. El paciente que sufrió una fractura transversal ipsilateral del acetábulo requirió tanto el abordaje ilioinguinal como el de Kocher-Langenbeck. Por lo tanto, se seleccionó una técnica de colocación de placas anterior con respecto a la fractura en media luna.
En resumen, tres de los cuatro casos se trataron mediante el enfoque posterior clásico y una técnica similar a la descrita por Borrelli et al.1,2 Todas las fracturas de este grupo se unieron sin problemas.
Fracturas de tipo III.
Se identificaron ocho fracturas en media luna de tipo III. En un caso había una diástasis sinfisaria asociada, y en todos los demás casos se produjeron fracturas de la rama púbica. En la figura 6 se presenta un ejemplo típico.
En la figura 6 se observa el patrón ya conocido, pero en este caso la luxación abarca más de dos tercios de la articulación sacroilíaca. La TC axial (Fig. 6b) destaca la pequeña medialuna posterior (flecha blanca) y la trayectoria proyectada de un tornillo iliosacro percutáneo (flecha negra). Estas fracturas se asocian a una alteración más extensa del complejo ligamentario sacroilíaco, pero no obstante son distintas de las luxaciones sacroilíacas puras y son sistemáticamente lesiones de compresión lateral en las que el grado de desplazamiento vertical es limitado. Se trataron seis casos con reducción cerrada y colocación de tornillos iliosacros percutáneos. Esta técnica requiere una tracción esquelética mediante un perno de tracción colocado en la tibia proximal. La tracción se aplica con la cadera en flexión en una mesa de reducción pélvica radiotransparente especializada (OSI, Union City, California) que permite corregir tanto el desplazamiento vertical como el posterior. La deformidad de rotación interna puede corregirse mediante un pin de Schanz percutáneo, aplicado a la cresta ilíaca anterior o a la espina ilíaca anteroinferior. El uso de dos clavijas de Schanz facilita el ajuste fino de la reducción en 6 grados de libertad, y la reducción traslacional puede complementarse con un empujador de bola (Synthes, Stratec Medical).
Las proyecciones de entrada, salida y lateral necesarias para esta técnica se adquieren entonces mediante intensificador de imágenes, y la navegación puede resultar una técnica complementaria útil. Los alambres guía de 3,2 mm para los tornillos Timax canulados de 8 mm de ACE (DePuy) se pasan a continuación a través de la articulación sacroilíaca bajo el control del intensificador de imágenes. Se recomienda el uso de una arandela a nivel de S1. La reducción estable y la fijación interna se consiguen así con un método mínimamente invasivo e indirecto. Esta técnica requiere una formación específica y una experiencia quirúrgica regular. La reducción cerrada precisa resultó imposible en un caso como resultado del callo alrededor de la columna anterior. Por lo tanto, se seleccionaron las dos ventanas laterales de un abordaje ilioinguinal.
Se aplicó un fijador externo como fijación suplementaria en cuatro casos. Otro caso fue tratado en la unidad de referencia con un fijador externo aislado. El caso fue remitido a la unidad especializada con oblicuidad pélvica cuatro semanas después de la lesión. La reducción cerrada resultó imposible debido a la formación de callo, y la reducción abierta quedó excluida por la presencia de infecciones en la vía del perno. Por lo tanto, se optó por un tratamiento no quirúrgico y la malunión se produjo con un desplazamiento vertical de aproximadamente 2 cm en la articulación sacroilíaca, y con una discrepancia similar en la longitud de las piernas. No hubo dolor significativo, y como la oblicuidad al sentarse resultó ser un problema menor, el paciente decidió aceptar el resultado.
Las puntuaciones del SF-36 y del instrumento de evaluación funcional musculoesquelética para el conjunto de datos se presentan en las figuras 7 y 8 respectivamente.
Discusión
Esta serie demuestra la naturaleza heterogénea de las fracturas de semiluna. En todos los casos, la compresión lateral resulta ser el mecanismo de lesión y se observa inestabilidad rotacional. Se produce cierto desplazamiento vertical, pero parece estar limitado por los ligamentos sacroespinoso y sacrotuberoso.
Se recomienda la estabilización quirúrgica de las fracturas en semiluna para reducir el riesgo de malunión y dolor. La clasificación sugerida ofrece orientación sobre la elección del enfoque quirúrgico. Las fracturas de tipo I que penetran en el tercio anterior de la articulación sacroilíaca pueden abordarse a través de la ventana lateral de un abordaje ilioinguinal. Las fracturas de tipo II que afectan al tercio medio de la articulación suelen abordarse mediante un enfoque posterior. Las fracturas de tipo III limitadas al tercio posterior de la articulación sacroilíaca suelen ser susceptibles de reducción cerrada y fijación percutánea con tornillos iliosacros.
Las fracturas de la media luna pélvica son un subtipo relativamente infrecuente de fractura de compresión lateral y son inestables en rotación. Puede haber un desplazamiento vertical limitado, pero a diferencia de las fracturas de tipo C, el desplazamiento vertical está limitado por los ligamentos sacrotuberoso y sacroespinoso, que normalmente permanecen intactos.3,5 La intervención quirúrgica en estos pacientes tiene como objetivo lograr una reducción precisa de la articulación sacroilíaca y la estabilización de las fracturas o dislocaciones del anillo pélvico asociadas. Esto facilita la movilización temprana y minimiza la discapacidad debida a la malunión postraumática y la osteoartritis o la inestabilidad de la articulación sacroilíaca.1,2,5-7,10 Hemos observado una mala alineación rotacional y un desplazamiento vertical limitado, lo que ha provocado una discrepancia en la longitud de las piernas y una oblicuidad al sentarse en los casos en los que el tratamiento no quirúrgico ha sido necesario como consecuencia de una derivación tardía. Burgess et al3 han observado fracturas de las ramas del pubis orientadas horizontalmente en asociación con lesiones de compresión lateral y fracturas orientadas verticalmente en asociación con las lesiones de compresión AP y cizallamiento vertical. Aunque el argumento es intuitivo, la orientación de las fracturas de rama púbica en esta serie resulta heterogénea y el mecanismo de lesión registrado es la compresión lateral en todos los casos. En esta serie no se produjo ningún caso significativo de lesión vascular pélvica, lo que es coherente con el mecanismo de lesión, y se han comunicado resultados similares anteriormente.1-3,5,6 No obstante, cabe destacar que puede producirse una hemorragia.17 Por lo tanto, se recomienda que la inestabilidad hemodinámica se trate en función de sus características. La aplicación de un fijador externo en modo de compresión no debe considerarse un acto reflejo, ya que la contaminación de los sitios de los clavos puede afectar negativamente a la posterior elección del enfoque quirúrgico. Sin embargo, un fijador externo puede resultar útil cuando se aplica en modo de distracción, como se ha descrito anteriormente. La técnica aprovecha el hecho de que el grueso periostio anterior que rodea las ramas del pubis permanece en gran medida intacto y puede servir como banda de tensión.
En ausencia de inestabilidad hemodinámica, tiene sentido aplicar este dispositivo al mismo tiempo que el tratamiento quirúrgico definitivo.
Se han descrito varias técnicas quirúrgicas para la reducción y estabilización de las luxaciones de fracturas sacroilíacas. Cada una de ellas tiene su mérito, pero la variedad de técnicas sugiere una variedad de patrones de fractura. Sólo dos artículos publicados abordan específicamente la morfología y el tratamiento quirúrgico de las fracturas semilunares.1,2 El abordaje posterior descrito por Borrelli et al1,2 se considera un método seguro y fiable de fijación en las fracturas de tipo II. El fragmento de la semiluna tendrá un tamaño suficiente para permitir la inserción de tornillos de tracción estables entre tablas y placas suplementarias sin necesidad de una excesiva extirpación de los tejidos blandos. Por otro lado, las fracturas de tipo III se asocian a fragmentos de media luna pequeños y son menos susceptibles de fijación estable mediante esta técnica. Es posible que se requiera una fijación transarticular suplementaria,1,2,15 y que se presenten lesiones cerradas de desprendimiento, como la lesión de Morel-Lavallee17 , lo que aumenta el riesgo quirúrgico. Sugerimos que estas lesiones pueden tratarse mejor mediante la fijación percutánea con tornillos iliosacros. Aunque son técnicamente exigentes, los tornillos iliosacros percutáneos requieren una disección mínima de los tejidos blandos y permiten una reducción estable de la luxación sacroilíaca en presencia de fragmentos semilunares muy pequeños.14,16 Los vasos ilíacos, junto con las raíces nerviosas L5, S1 y S2, están teóricamente en peligro. Este método puede complementarse útilmente con técnicas de navegación quirúrgica. Los defensores del abordaje anterior para la fijación de la articulación sacroilíaca destacan la importancia de visualizar la cara anterior de la articulación como ayuda para una reducción precisa.11,14 El abordaje posterior no permite al cirujano evaluar la congruencia de la articulación con precisión, y se basa en una técnica de reducción indirecta que puede verse comprometida por la deformación plástica, la conminución y las pequeñas zonas de enclavamiento.
El abordaje anterior (efectivamente la ventana lateral de un abordaje ilioinguinal) es muy adecuado para las fracturas de tipo I. Debe respetarse la raíz nerviosa L5 que discurre por el tronco lumbosacro.1,2,4
Esta clasificación es pragmática en el sentido de que facilita la selección de un abordaje y una técnica quirúrgica adecuados para cada fractura dentro de un grupo heterogéneo. Sin embargo, los cirujanos deben ser flexibles, ya que la elección del abordaje también puede verse influida por las lesiones de tejidos blandos asociadas, los lugares de colocación de los clavos del fijador externo contaminados, una fractura acetabular ipsilateral o un retraso en la derivación. Todas las fracturas de esta serie lograron la unión, y se evitó la malunión en los casos que se trataron quirúrgicamente. A pesar de las satisfactorias medidas de resultados técnicos, las puntuaciones de la evaluación funcional demuestran una discapacidad residual significativa en todos los grupos y dentro de los dominios. No hay pruebas de que los tres tipos de fractura tengan resultados funcionales diferentes, y no hay una relación obvia entre la edad y el resultado, aunque la edad máxima en la serie era de sólo 63 años. Todas las fracturas se unieron y sólo hubo una malunión. Este caso se trató de forma no quirúrgica por las razones descritas en el texto. Todos los pacientes se reincorporaron al trabajo, pero cinco con lesiones múltiples, incluidos dos con fracturas acetabulares ipsilaterales y el que presentaba malunión, registraron un mayor nivel de discapacidad residual en las puntuaciones del SF-36 y del instrumento de evaluación funcional musculoesquelético, en particular para los dominios de función física y dolor en el caso del SF-36. Los dominios de actividad recreativa y de ocio fueron los más afectados por el instrumento de evaluación funcional musculoesquelético.
En general, los niveles medios más altos de disfunción se produjeron en los dominios de rol físico y de dolor para el SF-36 y las actividades recreativas y de ocio para el instrumento de evaluación funcional musculoesquelético. Aunque el resultado técnico tras la intervención quirúrgica fue satisfactorio en otras series publicadas, se suele informar de la existencia de dolor que requiere analgesia periódica y de la necesidad de volver a desempeñar un trabajo menos agotador.5,10 El uso de instrumentos de evaluación funcional es claramente beneficioso para determinar el resultado, en vista de que la mayoría de estos pacientes obtienen resultados buenos o excelentes únicamente sobre la base de las radiografías y la evaluación clínica. Este fenómeno está ahora bien aceptado en la evaluación de los traumatismos, y en particular cuando hay lesiones múltiples.
Las puntuaciones que demuestran el mayor nivel global de disfunción en esta serie se refieren a aquellos pacientes con fallo de fijación, lesiones múltiples y malunión tras un tratamiento no quirúrgico.
El resultado puede, por tanto, optimizarse mediante una reducción precisa y una fijación interna estable mediante un enfoque adecuado. El objetivo del tratamiento quirúrgico es evitar la malunión, que puede provocar oblicuidad pélvica y dolor. Los cirujanos pueden encontrar esta clasificación útil en la selección de una técnica quirúrgica apropiada.
No se han recibido ni se recibirán beneficios de ninguna forma de una parte comercial relacionada directa o indirectamente con el tema de este artículo.
- 1 Borrelli J, Koval KJ, Helfet DL. La fractura en media luna: una luxación por fractura posterior de la articulación sacroilíaca. J Orthop Trauma 1996;10:165-70. Crossref, Medline, ISI, Google Scholar
- 2 Borrelli J Jr, Koval KJ, Helfet DL. Estabilización quirúrgica de las dislocaciones por fractura de la articulación sacroilíaca. Clin Orthop 1996;329:141-6. Crossref, Google Scholar
- 3 Burgess AR, Eastridge BJ, Young JW, et al. Pelvic ring disruptions: effective classification system and treatment protocols. J Trauma 1990;30:848-56. Crossref, Medline, Google Scholar
- 4 Dalal SA, Burgess AR, Young JW, et al. Pelvic fracture in multiple trauma: classification by mechanism is key to pattern of organ injury, resuscitative requirements and outcome. J Trauma 1989;29:981-1000. Crossref, Medline, Google Scholar
- 5 Tile M. Pelvic fractures: operative versus non-operative treatment. Orthop Clin North Am 1980;11:423-64. Medline, ISI, Google Scholar
- 6 Holdsworth FW. Dislocación y fractura-dislocación de la pelvis. J Bone Joint Surg 1948;30-B:461-6. Link, Google Scholar
- 7 Stephen DJ, Kreder HJ, Day AC, et al. Early detection of arterial bleeding in acute pelvic trauma. J Trauma 1999;47:638-42. Crossref, Medline, Google Scholar
- 8 Dujardin FH, Hossenbaccus M, Duparc F, Biga N, Thomine JM. Pronóstico funcional a largo plazo de las lesiones posteriores en la disrupción pélvica de alta energía. J Orthop Trauma 1998;12:145-50. Crossref, Medline, ISI, Google Scholar
- 9 Pattee GA, Bohlman HH, McAfee PC. Compresión de un nervio sacro como complicación de la fijación con tornillos de la articulación sacro-ilíaca: informe de un caso. J Bone Joint Surg 1986;68-A:769-71. Google Scholar
- 10 Kellam JF, McMurtry RY, Paley D, Tile M. The unstable pelvic fracture: operative treatment. Orthop Clin North Am 1987;18:25-41. Medline, ISI, Google Scholar
- 11 Simpson LA, Waddell JP, Leighton RK, Celom JG, Tile M. Anterior approach and stabilization of the disrupted sacroiliac joint. J Trauma 1987;27:1332-9. Crossref, Medline, Google Scholar
- 12 Mears DC, Capito CP, Deleeuw A. Post-pelvic disruptions managed by the use of the cobra plate. Instr Course Lect 1988;37:143-50. Medline, Google Scholar
- 13 Dabezies SA, Millet CW, Murphy CW, et al. Stabilisation of sacroiliac joint disruption with threaded compression rods. Clin Orthop 1989;246:165-71. Google Scholar
- 14 Lange RH, Webb LX, Mayo KA. Eficacia del abordaje anterior para la fijación de luxaciones sacroilíacas y luxaciones por fractura . J Orthop Trauma 1990;4:220-21. Google Scholar
- 15 Routt MLC Jr, Simonia PT, Mills WJ. Fijación de tornillos iliosacros: complicaciones tempranas de la técnica percutánea. J Orthop Trauma 1997;11:584-9. Crossref, Medline, ISI, Google Scholar
- 16 Starr AJ, Walter JC, Harris RW, Reinert CM, Jones AL. Fijación percutánea con tornillos de fracturas del ala ilíaca y fracturas-dislocaciones de la articulación sacro-ilíaca (OTA tipos 61-B2.2 y 61-B2.3, o fracturas pélvicas de «compresión lateral tipo 11» de Young-Burgess). J Orthop Trauma 2002;16:116-23. Crossref, Medline, ISI, Google Scholar
- 17 Tseng S, Tornetta P. Percutaneous management of Morel-Lavallee lesions. J Bone Joint Surg 2006;88-A:92-105. Google Scholar
- 18 Judet R. Radiología del acetábulo normal. En: Letournel E, Judet R eds. Fracturas del acetábulo. Second ed. Berlin: Springer Verlag, 1993. Google Scholar
- 19 Garratt AM, Ruta DA, Abdalla MI, Buckingham JK, Russell IT. El cuestionario de la encuesta de salud SF36: ¿una medida de resultados adecuada para el uso rutinario dentro del NHS? BMJ 1993;306:1440-4. Crossref, Medline, Google Scholar
- 20 Engelberg R, Martin DP, Agel J, et al. Musculoskeletal function assessment instrument: criterion and construct validity. J Orthop Res 1996;14:182-92. Crossref, Medline, ISI, Google Scholar