Lea con atención este titular del Jerusalem Post: «Manifestantes contra el racismo en París gritan «sucios judíos» a los contramanifestantes». Es correcto: la manifestación era contra el racismo, y los manifestantes insultaron a una contramanifestación gritándoles «sucios judíos». En pocas palabras, a los ojos de los manifestantes, el antisemitismo no es racismo.

No están solos. En todo el mundo, el antisemitismo crece a buen ritmo, y cuantas más crisis hay en el mundo, y ha habido muchas, más rápido se intensifica el antisemitismo. Actualmente, el centro más peligroso del antisemitismo es, sin duda, Estados Unidos. Las tensiones entre demócratas y republicanos no han disminuido desde la campaña de las elecciones de 2016, y ahora están aumentando hacia las elecciones de 2020. Si a esto le añadimos el coronavirus que ha afectado a millones de personas en todo el país, los disturbios sin precedentes contra el racismo, la campaña para desfinanciar y disolver la policía, tenemos una tormenta perfecta que se está formando sobre las cabezas de los judíos estadounidenses. Porque al final, la gente siempre ha culpado, culpa y culpará a los judíos de todos los problemas del mundo. Y cuando hay grandes problemas, los judíos reciben un gran castigo. Actualmente, el judaísmo estadounidense va camino de un cataclismo de proporciones holocáusticas.

Pero todavía hay un resquicio de esperanza: si el fragmentado judaísmo estadounidense encuentra en su interior la fuerza para elevarse por encima de lo que a menudo parece una repulsión entre ellos, darán un ejemplo al resto de la sociedad estadounidense y la enemistad hacia ellos será sustituida por el respeto y el deseo de emularlos. Esto traerá la paz a toda la sociedad americana. Si los judíos estadounidenses no se unen, si siguen cavando trincheras en su postura política y despreciando a los demás por pensar de forma diferente, la sociedad estadounidense se hundirá más en el odio y todos culparán a los judíos por ello y los castigarán.

Los judíos se convirtieron en una nación cuando se unieron «como un solo hombre con un solo corazón» al pie del monte Sinaí. Inmediatamente después, se les encomendó ser «una luz para las naciones», es decir, difundir la luz de la unidad al resto del mundo. Por eso, cuando la desunión se convierte en violencia y guerra, se culpa a los judíos de ello. Lo mismo ocurrirá en Estados Unidos. No es una cuestión de si, sino de cuándo. Y ese cuándo no está tan lejos. Como compañero judío, como alguien cuya familia fue aniquilada casi por completo en el Holocausto, rezo para que la judería estadounidense se eleve por encima de todas las diferencias y sea una luz de unidad para el pueblo estadounidense, por su bien y por el bien de Estados Unidos.

Para más información sobre este tema, lea mi libro, «The Jewish Choice: Unidad o antisemitismo: Hechos históricos sobre el antisemitismo como reflejo de la discordia social judía».

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