¿Disminuye la globalización la importancia del nacionalismo?

Oct 21, 2021
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La globalización, el nacionalismo y las relaciones entre ambos han sido objeto de debate entre los estudiosos de la disciplina de las relaciones internacionales. Ambos conceptos ocupan una posición importante en nuestro mundo contemporáneo. Su importancia radica en la creación de las sociedades modernas y los Estados-nación, y en su papel en un mundo en el que la interdependencia ha aumentado. De hecho, el nacionalismo ha tenido muchas dificultades para sobrevivir en este mundo, y algunos dirían que ha perdido importancia. Sin embargo, otros dirían que el nacionalismo se está beneficiando de la globalización y se está volviendo más importante que nunca. Por lo tanto, para explorar los efectos de la globalización en el nacionalismo y abordar su relación, este ensayo va a analizar los conceptos de globalización y nacionalismo, cómo ambos conceptos llegan a interactuar entre sí y cuáles son los aspectos clave de esta interacción.

La globalización se define como la eliminación de las barreras al comercio, la comunicación y el intercambio cultural. El mundo actual se ha convertido en algo muy diferente de lo que era antes, debido a la globalización. Con los avances en la tecnología y las comunicaciones, el mundo se desterritorializa (Robertson, 1996), las limitaciones de la geografía se reducen y el mundo se vuelve más singular y unificado (Waters, 2011). Hablando del efecto positivo o negativo de la globalización, algunos la ven como un poder que destruye el patrimonio y la cultura de los diferentes grupos étnicos del mundo. Para ellos, la globalización es una pesadilla que está ocurriendo en el presente y que continuará durante generaciones. Algunos efectos de la globalización pueden verse, por ejemplo, en el uso de ropa Adidas, en escuchar iPods, en ver series de televisión occidentales, en comer McDonalds, en beber Starbucks o Coca Cola, e incluso en hablar un idioma que incluye la jerga inglesa americanizada (Godfrey, 2008). Esto ilustra el dominio cultural de Occidente sobre el resto del mundo. El imperialismo cultural es una de las caras dominantes de Occidente. A medida que la tecnología y la ciencia se desarrollaban en Occidente, otras regiones del mundo empezaron a tomar prestada esta tecnología y, de este modo, las ideas y los valores que se originaron en Occidente se convirtieron en los estándares de todo el mundo. En palabras de Peter Evans, «Los productos y las ideas desarrollados en los países ricos conforman el valor y las ideas de los ciudadanos de los países pobres» (Evans, 1971, 638)

Este dominio ha hecho que algunos grupos nacionales luchen contra la globalización y el mal que creen que introduce (Godfrey, 2008). La globalización como concepto se refiere a «la compresión del mundo y la intensificación de la conciencia del mundo como un todo… tanto la interdependencia global concreta como la conciencia del todo global en el siglo XX» (Robertson, 1992. P.8). Esta cita muestra cómo el mundo se ha convertido en un único lugar que está conectado de una forma u otra. Según Giddens, «la globalización se identifica como la intensificación de las relaciones sociales a nivel mundial que vincula localidades distantes de tal manera que los acontecimientos locales son moldeados por eventos que ocurren a muchos kilómetros de distancia y viceversa». (Giddens, 1990). Por lo tanto, todo está vinculado de tal manera que es difícil no formar parte de él.

Aunque la globalización no es un fenómeno nuevo, la reciente globalización ha implicado algunos cambios reales en términos de escala, velocidad y cognición. En términos de escala, el número de vínculos económicos, políticos y sociales entre las sociedades es mayor. En cuanto a la velocidad, la globalización implica una compresión del tiempo y del espacio. En cuanto a la cognición, hay una mayor percepción del globo como un lugar más pequeño (Kinnvall: 2002 citado en Kinnvall: 2004). Así, los cambios en el mundo han transformado las relaciones sociales, económicas y políticas en procesos más rápidos e intensos que generan flujos y redes de actividad transcontinentales o interregionales (Held y McGrew, 2003:16).

El término «nacionalismo» se refiere a los sentimientos de apego entre los miembros de una nación y al sentimiento de orgullo que una nación tiene de sí misma (Kacowicz, 1998). El nacionalismo es en sí mismo una ideología internacional, que puede utilizarse para promover y defender una cultura y un modo de vida concretos (Godfrey, 2008). Un ejemplo de nacionalismo es cuando una persona se muda fuera de su país de origen, pero sigue animando a los equipos deportivos de su país de origen y sigue estando al día de las noticias locales. El nacionalismo es la base de la sociedad moderna y de la solidaridad social; también es utilizado por los políticos para promover la unidad nacional y el patriotismo. El Tratado de Westfalia de 1648 estableció el Estado-nación, cuya pertenencia se convirtió en la identidad que es la base de la sociedad moderna. El nacionalismo se proclama como el objetivo de los estados que buscan promover sus intereses en la paz o en la guerra, con el fin de galvanizar a la opinión pública en apoyo de sus objetivos.

Según Riggs, «Los pueblos se vuelven capaces de ejercer la soberanía sólo cuando disfrutan de algún sentido de solidaridad basado en valores y costumbres compartidos. Esta solidaridad se reifica en el concepto de nación». (Riggs, 2002). El nacionalismo ha contribuido a las principales guerras del siglo XXI, por ejemplo a través de las disputas fronterizas que surgen de la división de los grupos étnicos por las fronteras territoriales . Así pues, el nacionalismo tiene una larga historia, incluso antes de la globalización, y siempre ha sido algo por lo que la gente lucha.

Una variante del nacionalismo, el nacionalismo económico, perjudica de muchas maneras a los Estados que lo practican. Una de las principales manifestaciones del nacionalismo económico es el proteccionismo, que resulta costoso para la economía mundial en general (Campe, 2008). A medida que el mundo se vuelve interdependiente, el destino de un Estado está vinculado y atado al destino de otro Estado. Esta es, en muchos sentidos, la característica básica de la globalización; por lo tanto, un Estado que quiera cortar cualquier vínculo con otros Estados se va a quedar atrás.

Cuando se trata de la relación entre globalización y nacionalismo, se puede decir que ha habido tres argumentos principales que abordan esta relación. El primer argumento dice que la globalización ha disminuido el nacionalismo, mediante el aumento de la interdependencia y el debilitamiento de las barreras nacionales entre los países. Además, la compresión del tiempo y el espacio permite a las personas interactuar más rápidamente, por lo que las diferencias nacionales han desaparecido o, al menos, se han hecho menos importantes y perceptibles. El segundo argumento sostiene que la globalización y el nacionalismo tienen una relación mixta en la que uno lleva al otro y uno promueve al otro. Este argumento subraya que el sistema de estados-nación se estableció antes de la globalización, y cada estado ha contribuido a la aparición de un sistema global. Sin embargo, bajo la globalización, el Estado-nación sigue funcionando y promoviendo el sistema global. El tercer argumento dice que la globalización ha aumentado los sentimientos nacionalistas. Este ensayo examinará estos tres argumentos y, basándose en las pruebas, concluirá con una respuesta clara a la pregunta del título favoreciendo uno de los argumentos mencionados anteriormente.

En el primer argumento, en el que la globalización parece disminuir el nacionalismo, John Kusumi sostiene que «la globalización es la antitesis del nacionalismo, ya que sugiere que no hay fronteras, sólo un globo» (Godfrey, 2008). La importancia del nacionalismo disminuye, ya que «vivimos en un mundo que se encoge y se expande simultáneamente, que se acerca y se aleja, las fronteras nacionales son cada vez más irrelevantes». (Attale: 1991, citado en Lerche: 1998). Así, con la globalización, el nacionalismo ha perdido el poder de mantener unida a la gente de una nación y de trazar una línea roja entre las diferentes nacionalidades.

Además, Hobsbawm sostiene que el apogeo del nacionalismo ha pasado, y que su fuerza, poder y relevancia no son los mismos que en el siglo XIX. En el pasado, había fronteras nacionales claras, un fuerte sentido tradicional y nacional entre la gente de una nación, y menos formas de contacto con otras. Pero en nuestro mundo actual, todo se ha vuelto rápido e integrado, hasta el punto de que no se puede identificar a las personas y su nacionalidad. El aumento del contacto entre las personas debido a la integración de las sociedades mundiales suele asociarse con más estereotipos y odio hacia los demás, y con un aumento de los conflictos (Butt, 2012). A medida que más personas de diferentes nacionalidades se reúnan e interactúen, se generarán más disputas. Por ejemplo, en los programas de educación multicultural, existe una lucha constante por la presentación de las reivindicaciones de identidad. Según Giddens 1991, «vivir con una actitud calculadora ante las posibilidades de acción abiertas, positivas y negativas, con las que, como individuos y globalmente, nos enfrentamos de forma continua en nuestra existencia social contemporánea» (Robertson, 1996). Esta interacción puede considerarse un efecto de la globalización sobre el nacionalismo en el que no se puede convivir con los demás.

En el plano cultural, el mundo ha pasado de las culturas nacionales a las culturas mixtas en todo el planeta, lo que ha dado lugar a una cultura global homogeneizada en lugar de al nacionalismo. Las empresas transnacionales, que actúan a nivel mundial, desempeñan un papel en el establecimiento del mercado global, que hace que el destino de un Estado dependa de los destinos económicos de otros Estados. El desarrollo de una comunidad global, a través de la interdependencia, las nuevas tecnologías e incluso las producciones mediáticas, desafía el pensamiento nacionalista. Así pues, la globalización «posee muchas amenazas para el nacionalismo, desde la participación en organizaciones internacionales, la pérdida de partes de la soberanía del Estado, hasta las tecnologías avanzadas y la fácil movilidad de las personas en todo el mundo». (Campe, 2008)

Otra cuestión es que la inmigración tiene una cara de jano, en la que una cara apoya el argumento de la disminución del nacionalismo, mientras que la otra cara apoya el aumento del sentimiento de nacionalidad. La primera cara es que, a través de la creciente inmigración, la globalización introduce riesgos y desafíos de seguridad para el nacionalismo (Natalie, 2010). Desde el punto de vista cultural y tradicional, cuando más personas inmigran a otro país, afectarán a la estructura social y, por tanto, cambiarán la demografía de ese país, lo que se traduce en la disminución del sentimiento de nacionalidad. La segunda cara la describe Godfrey: «La migración de personas del Tercer Mundo a las naciones occidentales es el resultado de la globalización, que dio lugar a tensiones raciales y culturales en muchas partes de Europa y América (Godfrey, 2008). Por lo tanto, estos cambios y desafíos han afectado

El marco protector de la pequeña comunidad y de la tradición sustituyendo a éstas por muchas organizaciones impersonales más grandes. El individuo se siente despojado y solo en un mundo en el que carece del apoyo psicológico y la sensación de seguridad que proporcionan los entornos más tradicionales» (Giddens: 1991 citado en Kinnvall: 2004).

El segundo argumento es que la globalización y el nacionalismo tienen una relación mixta en la que uno ha llevado al otro y uno promueve al otro. Algunos ven la globalización como el resultado del nacionalismo, porque cada nación ha participado y aporta algo al globo en una acción colectiva exitosa (desconocido, Nacionalismo y Globalización, 2009). Esto sugiere que cada nación independiente ha participado de un modo u otro en la conformación del globo tal y como es ahora. Esto podría haber ocurrido a través de la interacción del comercio en la antigüedad. Así, sin la existencia del nacionalismo, la globalización no se produciría.

Además, la globalización ha promovido el nacionalismo, como en el caso de las ciencias sociales occidentales, donde se convierte en un recurso cultural en las diferentes regiones globales. Por ejemplo, el trabajo de Durkheim sobre el tema de la religión civil fue influyente en el establecimiento de la nueva República Turca en 1920 (Robertson, 1996). Esto demuestra que lo que ha sucedido o se ha generado en una región o país concreto ha influido en otras regiones o países de forma positiva, lo que ha profundizado en el sentido del nacionalismo. No olvidemos el hecho de que el nacionalismo se estableció por primera vez en Europa en el Tratado de Westfalia de 1648 (Vensatd, 2012). Por lo tanto, tanto la globalización como el nacionalismo pueden convivir en armonía y beneficiarse mutuamente. Según Natalie, «su coexistencia no es una batalla en la que uno está destinado a salir como ganador y el otro como perdedor; es más bien una coexistencia mutuamente beneficiosa de dos tendencias compatibles» (Natalie, 2010). Algunos ejemplos de esta relación pueden detectarse en Georgia, donde las fuerzas nacionalistas han buscado una mayor globalización a través de la integración en la estructura euroatlántica y la atracción de inversión extranjera directa. Además, las élites de las naciones de Europa del Este también enmarcaron sus campañas de adhesión a la estructura euroatlántica en términos de cumplimiento de las aspiraciones nacionales, incluyendo la obtención de aceptación, reconocimiento y garantías de seguridad. Esto implica que el nacionalismo ha actuado como «una doctrina que establece las reglas básicas del juego para cualquier movimiento que pretenda obtener o mantener el poder político» (Benner, 2001). En este sentido, la política cultural está al servicio de la política del poder y, por lo tanto, el nacionalismo y la globalización pueden coexistir, y de hecho coexisten. (Natalie, 2010)

El tercer argumento dice que la globalización ha aumentado el sentido del nacionalismo de tal manera que ha surgido el extremismo nacional. Según Douglas Kellner,

Desde finales de la década de 1980 hasta la actualidad, se ha producido un resurgimiento del nacionalismo, el tradicionalismo y el fundamentalismo religioso junto con las tendencias hacia una creciente globalización. la explosión de las diferencias regionales, culturales y religiosas en la antigua Unión Soviética y Yugoslavia, así como los explosivos conflictos tribales en África y otros lugares, sugieren que la globalización y la homogeneización no fueron tan profundas como sus defensores esperaban y las críticas temían. La cultura se ha convertido así en una nueva fuente de conflicto y en una importante dimensión de la lucha entre lo global y lo local. (Godfrey, 2008)

De la cita, vemos que el nacionalismo en la era de la globalización es una respuesta a los problemas económicos y políticos. Dado que la globalización es una fuerza externa que está presionando a las localidades, lo que resulta en una disminución del sentido nacional, las localidades han respondido muy fuertemente a esta presión adoptando un sentido nacional más fuerte. Según Giddens, «El resurgimiento del nacionalismo local y la acentuación de las identidades locales están directamente ligados a las influencias globalizadoras a las que se oponen» (Giddens: 1994 citado en Natalie: 2010).

Una mayor comunicación e interacciones conducen a una mayor conciencia de su identidad y de las diferencias culturales, lo que lleva a una mayor proyección de las diferencias étnicas, culturales y nacionales, lo que provoca más conflictos. Como ejemplo, algunas bandas y grupos nacionales están formados por estudiantes en algunas universidades europeas (Bloom: 1993 citado en Butt: 2012). La imprenta también tiene un efecto masivo, ya que permite a las personas expresar su cultura y nacionalidad a los demás, lo que permite a otros ver más allá de sus comunidades y fronteras. Además, el aumento de la migración ha provocado un aumento de los partidos de derechas, como en Europa y Gran Bretaña (Butt, 2012). Todo esto está mostrando un hecho importante, que es el aumento del nacionalismo como respuesta a la globalización. Por lo general, el nacionalismo de la derecha radical está impulsado por la organización de los partidos más que por los movimientos de masas, y supone algo más que racismo e ideología neofascista: es una ideología política y un autoritarismo cultural (Delanty y O’Mahony, 2002, P.148).

En nuestro mundo global, estar orgulloso de tu herencia, cultura y nacionalidad se ha convertido ya en un tabú en muchos aspectos (Godfrey, 2008). La globalización aumenta la conciencia de la heterogeneidad social porque la democracia permite que la gente participe y se garantice la libertad de expresión, por lo que los grupos cuya identidad se basa en la raza, la etnia, la religión y la lengua se han hecho oír cada vez más y han utilizado los medios de comunicación mundiales para dar a conocer su descontento. Después de la Guerra Fría, cuando el Estado se debilitó por la globalización, las minorías pudieron afirmar más eficazmente su identidad como reacción a las fuerzas culturales hegemónicas. Por ello, la mayoría de los estudiosos creen que el nacionalismo no hará más que intensificarse cuando el Estado se enfrente al creciente desafío de la globalización. Es decir, que cuando el Estado es débil, el sentido nacional se fortalece (Hobsbawm, 1992).

La evidencia muestra que en las antiguas repúblicas de la Unión Soviética, el nuevo nacionalismo nació de la inseguridad y la búsqueda de la pureza étnica. Debido a la globalización, las minorías de muchos países se movilizan para exigir justicia y respeto, y las comunidades establecidas suelen resistirse a estas demandas (Riggs, 2012). La URSS se ha derrumbado, y muchas nacionalidades y minorías estaban bajo la protección o la represión de la URSS; estas minorías respiran libertad tras el colapso y por ello exigen su derecho a gobernarse a sí mismas en función de su identidad y nacionalidad. Según Delanty y O’Mahony, «la identidad nacionalista se reivindica como base de la movilización. La movilización nacional se nutre de la inseguridad y la incertidumbre, ya que las categorías de pertenencia al grupo se agudizan al calor de la contestación.» (Delanty y O’Mahony, 2002, P.144) Esto ha provocado más conflictos al nacer nuevas nacionalidades, «Las culturas nacionales han producido enfrentamientos entre serbios, musulmanes y croatas, armenios y azerbaiyanos». (Godfrey, 2008). Así que como respuesta a un Estado débil que ya no es promotor y protector de los intereses domésticos sino colaborador de fuerzas externas, las minorías han alzado su voz nacional (Scholte: 1997 citado en Lerche: 1998).

En la globalización, los países poderosos son los que pueden tener un efecto masivo en el resto del globo. Por lo tanto, «El esfuerzo de Occidente por promover sus valores de democracia y liberalismo como valores universales para mantener su predominio militar y avanzar en sus intereses económicos sólo engendraría respuestas contrarias de otras civilizaciones» (Huntington: 1993 citado en Lerche: 1998). De nuevo, aquí vemos una respuesta de otras nacionalidades y otras civilizaciones que se sienten inferiores o menos poderosas en la era de la globalización debido al estatus social, económico y político hacia Occidente.

Según Fuller (1995),

Los sistemas de marketing y comunicaciones internacionales crean autopistas para la importación masiva de materiales culturales extranjeros, alimentos, drogas, ropa, música, películas, libros, programas de televisión, con la concomitante pérdida de control sobre las sociedades. Tales ansiedades culturales son un buen combustible para los grupos políticos más radicales que reclaman la autenticidad cultural, la preservación de los valores tradicionales y religiosos y el rechazo de los antígenos culturales ajenos (Fuller: 1995 citado en Lerche: 1998).

El autor aquí es claro al señalar cómo el sistema global está diseñado de manera que hace posible que otros respondan. Así, en lugar de la expansión del dominio cultural occidental, «asistimos a un encuentro disputado y decidido entre los flujos culturales globales y las identidades locales heredadas» (Waters: 1995 citado en Lerche: 1998). Por otra parte, Giddens también ha afirmado que «el proceso de globalización tiene un efecto transformador y desigual en todas las partes del sistema global. Esto sugiere que la globalización no es simplemente un proceso unidireccional, que transmite la civilización occidental al resto del mundo. De hecho, la experiencia ha demostrado lo contrario». (Giddens, 1992) Así, en lugar de destruir las culturas locales, la globalización tiende a fomentar las respuestas a través del surgimiento de localidades y movimientos nacionalistas en todo el mundo.

A la luz de este argumento, alguien como Smith 1998 sostendría que el nacionalismo es más fuerte que la globalización y, por lo tanto, no se puede disminuir o hacer menos importante. Afirma que «las naciones tienen raíces profundas y se basan en identidades prepolíticas, culturales y étnicas, y su significado social y moral sostiene su poder y explica su resistencia.» (Smith: 1991 citado en Natalie: 2010). Añadió que la globalización no significa el fin del nacionalismo. La cultura cosmopolita que existe hoy en día no tiene la capacidad de impulsar a la gente como el nacionalismo; sin embargo, el mundo es testigo de un aumento del nacionalismo extremo (Smith, A. 1998)

En este punto de vista, el nacionalismo surge como una doctrina cultural, que busca preservar y promover la identidad, la cultura y la autonomía de una nación. Smith (1991) apoya este punto de vista al igual que Tamer (1993) cuando dice que: «Los movimientos nacionales están motivados por el deseo de asegurar la existencia y el florecimiento de una comunidad particular para preservar su cultura, tradición, idioma.» (Natalie, 2010, P.170) la cuestión aquí es que el nacionalismo como respuesta a la globalización ha surgido como un protector cultural que quiere devolver a las sociedades sus tradiciones y valores. Según Beyer,

En respuesta a los desarrollos modernos, los líderes religiosos y nacionalistas pueden hablar del declive moral o ético señalando la falta de moralidad de la sociedad moderna, la pérdida de valores éticos y el aumento de la corrupción. Por lo tanto, la solución es volver a los valores tradicionales y a las normas religiosas (Beyer: 1994 citado en Kinnvall: 2004).

Ahora, habiendo abordado el último argumento que sostiene que el aumento del nacionalismo es una respuesta a la globalización, dentro de este argumento se encuentra el aumento del fundamentalismo. El fundamentalismo como concepto se refiere a aquellos grupos que se resisten no sólo a la globalización sino también a la estructura del globo en su conjunto. Según Robertson, «la resistencia a la globalización contemporánea, por ejemplo la vertiente radical del movimiento islámico general, se consideraría una oposición no sólo al sistema homogeneizado sino a la concepción del mundo como una serie de culturas iguales». (Robertson, 1996) Así pues, el fundamentalismo se opone a la idea de una homogeneidad de culturas y nacionalidades y provoca un nacionalismo extremo.

Según Barber 1996, describe el movimiento fundamentalista como: «Parroquial más que cosmopolita, airado más que amoroso, celoso más que racionalista, etnocéntrico más que universalizador, díscolo y pulverizador, nunca integrador» (Barber, 1996). Así, esta cita sugiere que la globalización parece estar sacando a todos los grupos identitarios del planeta de sus diversos grados de aislamiento, empujándolos a la corriente de la estructura global y obligándolos así a redefinir los temas con respecto a las tendencias globales (Lerche, 1998). Aquí vemos cómo la globalización ha sido una causa directa del auge del fundamentalismo al obligar a las diferentes nacionalidades y culturas a integrarse juntas y adaptarse a la nueva estructura. Como consecuencia de ello, el fundamentalismo se levantó contra la fuerza de la globalización.

Además, la relación entre la globalización y el auge del fundamentalismo está conformada por la necesidad que tienen las sociedades, las regiones, las civilizaciones y las entidades subnacionales de declarar sus identidades tanto para fines internos como externos debido a la compresión espacio-temporal. Por tanto, el fundamentalismo es una reacción a la globalización (Robertson, 1996). Como he explicado al principio de este ensayo, que el nacionalismo está profundamente arraigado en procesos prehistóricos y prepolíticos, el fundamentalismo como concepto podría ser igualmente malinterpretado por diferentes bandos. Algunos lo ven como un movimiento destructivo para las naciones y para el globo en su conjunto, mientras que otros lo ven como un simple modo de pensamiento y práctica que se ha institucionalizado globalmente en el que se sienten las normas de autodeterminación nacional y cultural. Finalmente, el fundamentalismo hace que la globalización funcione. (Robertson, 1996)

La alianza nacional búlgara se declara partidaria de establecer un frente nacionalista unido contra la globalización, la OTAN y la UE en su forma actual, así como contra la política búlgara corrupta (Godfrey, 2008). Este es un ejemplo del nacionalismo extremo que apoya firmemente el argumento que favorece el aumento del nacionalismo bajo la globalización. Otro ejemplo son los activistas de la Nueva Derecha y los anarquistas nacionales que eligieron la frase «la globalización es un genocidio» en su pancarta en la protesta de la APEC en septiembre de 2007. Esto demuestra una vez más lo que estos grupos sienten sobre el sistema global y también muestra la fuerza que están adquiriendo estos movimientos. Así, los grupos nacionalistas que quieren preservar su identidad luchan contra la agenda destructiva de la globalización. Al final, la globalización, al buscar una comunidad global sin barreras nacionales, en realidad alimenta un creciente sentido nacional (Godfrey, 2008).

En conclusión, este documento ha argumentado que la globalización es un arma de doble filo, y que ha habido un marcado aumento del nacionalismo bajo la globalización. Con la creciente globalización y los cambios que ha traído al mundo, las minorías, las nacionalidades y las localidades han despertado y se han hecho más conscientes de la amenaza de la globalización. Esta amenaza existe en la naturaleza homogeneizadora de la globalización, que hace que las personas y las nacionalidades se fundan en una sola. Esto ha llevado a un aumento del sentido nacional como respuesta a la fuerza de la globalización para proteger las culturas, las tradiciones y las nacionalidades para que no se fundan o adopten la nueva estructura del mundo causada por la globalización. Sin embargo, el nacionalismo ha creado una xenofobia en la que la gente teme que su nacionalidad y sus tradiciones desaparezcan ante la globalización. Por ello, crean o inventan tradiciones o restablecen las antiguas en las que mantienen su identidad. Como afirmó Deutsch, «la xenofobia está inscrita en el corazón del nacionalismo» (Delanty y O’Mahony, 2002, P.167). Así, el temor a la fuerza de la globalización ha llevado a un mayor sentimiento de nacionalismo y a más medios defensivos para proteger o incluso inventar tradiciones sólo para resistir a la globalización.

Por otra parte, la globalización puede verse como un reto para el nacionalismo en la medida en que aumenta la inmigración y el movimiento de los pueblos, lo que podría crear nuevas fuentes de tensiones y plantear nuevas dificultades a la gestión de la diversidad cultural y étnica (Natalie, 2010). Otras amenazas son la participación en organizaciones internacionales y la pérdida de parte de la soberanía de un Estado sobre su propio territorio, así como la integración regional que erosiona la ideología nacionalista. Este argumento puede parecer convincente y bien argumentado, pero las pruebas demuestran lo contrario. Por ejemplo, la UE es una organización internacional y al mismo tiempo fortalece a Europa.

En un mundo globalizado, muchos rasgos del nacionalismo parecen haberse reavivado. El aumento de los movimientos migratorios fomenta la xenofobia entre las personas. La mezcla de culturas y las nuevas culturas híbridas que surgen dificultan la búsqueda de la identidad de las personas y hacen que se vuelvan hacia su propia cultura (Campe, 2008). Esto significa que la fuerza de la globalización ha hecho que el nacionalismo vuelva a surgir y sea más importante que nunca, ya que la gente se da cuenta de que está perdida sin su identidad y nacionalidad. Encontrar una identidad es muy esencial por razones de seguridad en el mundo moderno de las inseguridades. La tendencia hacia un fuerte sentido de la nacionalidad ha sido alimentada por «el temor a la disminución de los recursos económicos para los socialmente inseguros». (Delanty y O’Mahony, 2002, P.156)

Es cierto que la globalización tiene el potencial de contener el nacionalismo agresivo que se nutre del aislamiento y la inseguridad. También crea incentivos para la resolución y prevención de conflictos debido a la integración. Sin embargo, al mismo tiempo, genera respuestas nacionalistas en forma de radicalismo de derechas o fundamentalismo religioso que reaccionan ante ciertos aspectos de la globalización como la inmigración y la reestructuración de las economías tradicionales (Sassen, 1998).

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Escrito por: Tammam O. Abdulsattar
Escrito en: Middle East Technical University
Escrito para: Luciano Baracco
Fecha de redacción: Junio 2013

Lectura adicional sobre las relaciones internacionales electrónicas

  • La globalización: Un mecanismo creado para la reestructuración de los Estados en desarrollo
  • ¿Es un realista disfrazado? Un análisis crítico del nacionalismo económico
  • ¿Qué es el «neoliberalismo» y cómo se relaciona con la globalización?
  • El impacto del nacionalismo en la política exterior china hacia Japón
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