Carlos VIII

Nov 6, 2021
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Carlos VIII nació en Amboise el 30 de junio de 1470. Sólo tenía 13 años cuando sucedió a su talentoso y ambicioso padre, Luis XI, y su hermana mayor Ana de Beaujeu ejerció de regente durante los primeros años de su reinado. En esta época, el problema más importante al que se enfrentaba Carlos era la virtual independencia del ducado de Bretaña, el último de los poderosos principados feudales cuya política independiente amenazaba seriamente la estabilidad política de la Francia del siglo XV. Francisco II, duque de Bretaña, se rebeló contra Carlos en 1484, pero el rey lo derrotó en 1488. Durante este periodo, Carlos también participó en la represión de las sublevaciones lideradas por su primo Luis, duque de Orleans, que posteriormente le sucedió. En 1491, Carlos se anexionó Bretaña al casarse con Ana de Bretaña, que había heredado el ducado de su padre a la muerte de éste en 1488. Con este matrimonio, el último de los principados independientes quedó bajo el control de la Corona.

Para entonces, Carlos se había liberado de la influencia de la regencia, pero en el mejor de los casos estaba mal preparado para afrontar las grandes dificultades de gobernar. Un contemporáneo lo describió como «muy joven, débil, voluntarioso, raramente en compañía de hombres sabios… no dotado ni de dinero ni de sentido común». A diferencia de la mayoría de los gobernantes de la época, Carlos apenas sabía leer y escribir, y sus intereses parecen haber sido absorbidos por la lectura de cuentos de aventuras, historia y caballería más que por el estudio de los documentos del Estado.

Para 1491 Carlos se enfrentaba a una serie de problemas importantes. Las instituciones políticas necesitaban reformas y cambios; el estatus de la Iglesia era impreciso y se requería una política definitiva de relaciones Iglesia-Estado; y se necesitaban medidas contundentes para fortalecer la economía. Desgraciadamente, Carlos no siguió prestando atención a los problemas políticos y económicos de Francia, sino que se dejó absorber por el sueño caballeresco y temerario de adquirir para sí otro reino, Nápoles. Reviviendo una antigua y remota pretensión angevina al trono de Nápoles, movilizó los recursos cuidadosamente administrados por su padre, negoció la mayor parte de las ventajas diplomáticas que Francia había obtenido en el medio siglo anterior, y en 1494 lanzó el mayor ejército invasor que jamás haya entrado en el norte de Italia.

En 1495 Carlos mantuvo brevemente Nápoles, pero fue derrotado en Fornovo y se retiró precipitadamente a Francia. La guerra que Carlos inició en 1494 convirtió a Italia en un campo de batalla en el que Francia y España se enfrentaron hasta la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559. La campaña italiana de Carlos le hizo descuidar casi por completo los asuntos internos de Francia, y muchos de los logros alcanzados durante el reinado de su padre fueron anulados. Pero su expedición también tuvo importantes consecuencias internacionales; su éxito inicial había demostrado a los gobernantes más astutos que Italia era un rico premio que podía ser tomado por la fuerza. El ejército francés de Carlos había sido derrotado en parte por uno español, y éste fue el primer indicio de que las actividades hasta entonces independientes de los principados italianos iban a verse drásticamente limitadas por la intervención de potencias más fuertes.

A pesar de que destinó recursos franceses a una expedición infructuosa a Italia, Carlos VIII no debilitó notablemente el poder de la monarquía francesa. Los logros de Carlos VII y Luis XI habían convertido al rey en el gobernante de Francia tanto en la práctica como en la teoría. Esta gran autoridad real se ejerció en una serie de instituciones que siguieron proliferando y creciendo durante el reinado de Carlos, a pesar de su uso del poder real en empresas poco meditadas. De ello puede extraerse una lección, que sigue siendo válida: es difícil, incluso para un rey débil y necio, deteriorar un aparato gubernamental cuyas bases fueron establecidas por gobernantes astutos y perspicaces. En ámbitos distintos al de la autoridad real, Carlos borró muchos de los logros de su padre. Quizás el efecto más desastroso de su política exterior fue la formación de la alianza antifrancesa de España y el Sacro Imperio Romano Germánico, que duró hasta el siglo XVIII.

Carlos VIII murió sin hijos, a la edad de 27 años, el 7 de abril de 1498. Le sucedió el duque de Orleans, que se convirtió en Luis XII.

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