El animatismo es un término acuñado por el antropólogo británico Robert Marett en el contexto de su teoría teleológica de la evolución de la religión. Se refiere a «la creencia en un poder generalizado e impersonal sobre el que las personas tienen cierto grado de control». Marett sostiene que ciertas culturas creen que «las personas, los animales, las plantas y los objetos inanimados estaban dotados de ciertos poderes, que eran tanto impersonales como sobrenaturales». El maná, afirma Marett, es una forma concentrada de fuerza animática que se encuentra dentro de cualquiera de estos objetos y que confiere poder, fuerza y éxito.

El animatismo es una creencia de que existen cualidades inanimadas y milagrosas en el mundo natural. También habla de la creencia de que todo está infundido con una fuerza vital que da a cada objeto sin vida personalidad o percepción, pero no un alma como en el animismo. Es una creencia muy extendida entre las sociedades de pequeña escala. En las regiones del Pacífico Sur, como la Melanesia y la Polinesia, esta creencia se presenta en forma de manaísmo, que se deriva del mana

Muchas culturas indígenas creen en el animaísmo. Creen que adorar objetos inanimados les alejará de las fuerzas malignas que les rodean. Estos grupos también creen que los objetos inanimados que adoran tienen poderes místicos que son enviados por Dios para ayudarles en la Tierra.